jueves, 20 de octubre de 2011

La historia del SIDA

Ya han pasado años desde que explotó la epidemia del sida, por los años 80 y, sin embargo, continúa debatiéndose cuál fue el origen de esta enfermedad. Esta polémica ha suscitado teorías para todos los gustos. Algunos han dicho que se trató de una conspiración de la CIA, otros culpan al error de algún laboratorio de ingeniería genética que dejó escapar al virus. Para otros incluso, el sida es una mentira inventada por partes interesadas y el VIH no existe.
 En la actualidad existen pruebas científicas suficientes como para afirmar con certeza que el sida es una enfermedad producida por el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH).


Eran los años 70 y la liberación sexual estaba en su apogeo. Siguiendo esta corriente, la comunidad gay de algunos países había decido salir a la calle y mostrarse sin complejos. En ciudades como San Francisco o Nueva York proliferaban los garitos donde además de copas y música se consumía sexo sin restricciones.
Según investigaciones de aquella época, en una sola visita a estos locales se producían una media de 2,7 contactos sexuales. Proliferaron entonces las enfermedades de transmisión sexual (ETS) y era frecuente encadenar o padecer a la vez gonorrea, sífilis, herpes genital y toda una ristra de enfermedades asociadas a la promiscuidad. Sin embargo, no fue suficiente para modificar los hábitos sexuales de la época. Eran tiempos felices y la mayoría de estos problemas se arreglaban con antibióticos.
Fue en este escenario cuando en junio de 1981 se comunicó, en una revista científica, el primer caso de neumonía en un paciente homosexual.
Esto, aparecía sólo en sujetos inmunodeprimidos, es decir, sin capacidad para defenderse de las infecciones y de algunos tumores. En pocos meses se describieron casos similares en otros países occidentales, fundamentalmente europeos, y cundió la alarma.

Se multiplicaron los casos de enfermedades pocos comunes entre sujetos jóvenes. Eran sobre todo infecciones, difíciles de tratar y que acababan matando a los pacientes. Pronto fue evidente que se trataba de una epidemia.

Sin embargo, una vez descrito el cuadro de inmunodeficiencia, comenzaron a comunicarse nuevos casos en sujetos no homosexuales: fundamentalmente adictos a las drogas intravenosas, hemofílicos y sujetos procedentes de la isla caribeña de Haití. En enero de 1983 se describió el primer caso de transmisión heterosexual. 

Corría todavía el año 1981 cuando esta enfermedad fue bautizada con el nombre de Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida o sida, un término que hace referencia a la situación de falta de defensas que sufrían los pacientes y al hecho de que se adquiriese durante la vida, ya que hasta aquel momento la mayoría de los casos de inmunodeficiencia aparecían al nacer, o bien en pacientes que estuviesen recibiendo quimioterapia para el cáncer. 

Era el protagonista de todas las revistas científicas: una nueva enfermedad, desconocida hasta entonces. Sin embargo, el agente causante de la misma continuaba siendo un misterio. El sida era una condena de muerte segura, no había método eficaz para controlar las infecciones que sufrían los pacientes y tampoco era posible prevenirla o curarla porque no se conocía su causa.

La importancia de conocer el origen del sida va más allá de la curiosidad. Su conocimiento exacto puede ser clave para el desarrollo de la vacuna y de tratamientos más eficaces.
Una vez que se supo que el VIH era el responsable de la enfermedad, algo que está científicamente demostrado, la pregunta del millón era conocer de dónde había salido este nuevo virus.

El célebre ‘Paciente 0’ de dónde pareció partir la epidemia en los primeros momentos, se trataba de Gaetan Dugas un auxiliar de vuelo homosexual y extremadamente promiscuo que reconoció haber tenido más de mil compañeros sexuales. A partir del VIH aislado en su sangre se identificaron, investigando a pacientes de todo el mundo, a más de 40 casos de VIH de idénticas características, repartidos por multitud de países que tenían en común además el haber compartido sexo entre ellos. Contribuyó indudablemente a extender la enfermedad por todo el mundo, algo que ocurrió en un tiempo récord, pero también ayudó a reconocer que la enfermedad era muy contagiosa.

Los primeros análisis del material genético del VIH mostraron que tenía una tremenda similitud con el SIV (virus de la inmunodeficiencia del simio), una familia de virus que afectaban a monos del centro de África donde también empezaron a identificarse casos de sida casi desde el principio. En la actualidad, gracias a estudios genéticos que han comparado el material de ambas familias de virus(humano y del mono), está aceptado por la comunidad científica que el VIH es un descendiente del agente viral que afecta a los monos.



Sólo quedaría cómo pudo el virus ‘saltar’ en el centro de África, desde el chimpancé hasta el ser humano.
Pues, de forma similar a lo que hacen estos primates al cazar y comer monos más pequeños, una actividad que les trasmitió el virus, también los habitantes humanos de estas zonas de África son cazadores habituales de grandes simios. Para los indígenas de esta región del planeta, la carne de mono es un alimento más que pueden conseguir mediante la caza y de hecho lo consumen frecuentemente.
Durante las cacerías es más que frecuente que el animal acorralado pueda producir heridas, mordiscos o arañazos por donde habría penetrado el virus. Otros mecanismos posibles de transmisión al hombre serían al comer su carne o al mantener algún tipo de contacto sexual con estos animales.

Es probable que nunca sepamos la fecha exacta; lo que sí está claro es que en algún momento de la mitad del siglo XX, la infección del ser humano por el VIH se convirtió en el terrible cuadro epidémico que tan bien conocemos y denominamos sida.
















































Webgrafia:
http://www.elmundo.es/elmundosalud/especiales/2004/01/sida-historia/index.html

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